âJesús les dijo: âDe cierto, de cierto os digo: Si no coméis la carne del Hijo del Hombre, y bebéis Su sangre, no tenéis vida en vosotros. El que come Mi carne y bebe Mi sangre, tiene vida eterna; y Yo le resucitaré en el dÃa postrero. Porque Mi carne es verdadera comida, y Mi sangre es verdadera bebida. El que come Mi carne y bebe Mi sangre, en Mà permanece, y Yo en él. Como me envió el Padre viviente, y Yo vivo por el Padre, asimismo el que me come, él también vivirá por MÃ. Este es el pan que descendió del cielo; no como vuestros padres comieron el maná, y murieron; el que come de este pan, vivirá eternamente.â Estas cosas dijo en la sinagoga, enseñando en Capernaumâ (Juan 6:53-59).Aunque se enfrentaba a su incredulidad intencional, Jesús no bajó el tono, suavizó o aclaró Sus palabras. En lugar de eso, hizo Sus enseñanzas más difÃciles de tragar agregando el concepto escandaloso de beber Su sangre. Beber sangre o comer algo que todavÃa tuviese sangre estaba estrictamente prohibido por la ley en el Antiguo Testamento. . . .