Una vida consistente debe ir acompañada de una conversación consistente. Pablo no habla aquà de la predicación del evangelio, sino de la conversación cotidiana del creyente. Cada palabra debe decirse siempre con gracia, como lo hizo Cristo (Lc. 4:22). Es inaceptable que la conversación del creyente admita cualquier elemento de una boca no redimida. Sin importar si se encuentra padeciendo persecución, presiones, dificultades o injusticias con nuestro cónyuge, nuestros hijos, o con otros creyentes o no creyentes, en todas las circunstancias los creyentes debemos mantener una conversación agradable. Hablar con gracia significa decir lo que es espiritual, prudente, digno, amable, conveniente, significativo, pertinente, gentil, verdadero, amoroso y considerado. Pablo escribió en Efesios 4:29: âNinguna palabra corrompida salga de vuestra boca, sino la que sea buena para la necesaria edificación, a fin de dar gracia a los oyentes.â La conversación del nuevo hombre también debe ser sazonada . . . con sal. No solo debe ser con gracia, sino que también debe producir un efecto positivo en otros. La sal puede arder cuando se pone sobre una herida (cp. Pr. 27:6). Pero también evita la descomposición. La conversación del creyente debe actuar como una fuerza purificadora que redime las conversaciones de la suciedad en la cual se sumergen tan a menudo. La sal también da sabor, asà que la manera de hablar del nuevo hombre debe añadir gusto e ingenio a las conversaciones. . . .